Distinto a todos by Joshilyn Jackson

Distinto a todos by Joshilyn Jackson

autor:Joshilyn Jackson
La lengua: spa
Format: epub
editor: HarperCollins Ibérica S.A.
publicado: 2016-05-04T09:35:08+00:00


He seguido su itinerario por cuatro estados antes de perder la pista. No hay nada. He perdido el rastro, Paula, y desde aquí no puedo hacer nada más. Vuelvo a casa.

8

Joya está sentada de lado en mi cama. Aquí las habitaciones son ínfimas: hay el espacio justo para dos camas pequeñas, una cómoda compartida y un armario. Abajo hay una sala común con mesas para hacer los deberes, un viejo sofá azul marino, una butaca y varios pufs grandes donados por alguien, pero Shar, Karice y Kim prácticamente han meado en círculo alrededor de los asientos para marcar su territorio. Joya comparte habitación con Kim, así que solo podemos refugiarnos en mi cuarto. Echamos a Candace y nos apoyamos en la pared, con los hombros pegados y los pies colgando. Después de año y medio, estoy tan hecha a esta cama que noto un ligero hundimiento en el colchón, donde encaja mi trasero.

Hoy, en cambio, ocupo otro lugar. Me he desplazado hacia arriba, mucho más cerca del cabecero arañado, y me he despegado un poco de los hombros de Joya. Ella no lo nota, o no le importa. Está tan contenta que casi no puede estarse quieta. Yo miro nuestros pies descalzos: los míos, luego un espacio vacío, y los de ella. Tiene pies de muñeca, muy pequeños y con los dedos redondeados. Los dobla adelante y atrás, como si estuvieran saludando. Pies felices diciendo adiós.

—Estás moviendo toda la cama —le digo.

Mis pies son más largos y huesudos, y están mucho más quietos.

—Y tú estás amargando toda la habitación —contesta, pero ella sonríe y yo no.

Nuestras voces suenan muy altas en medio del silencio. Estamos solas, con toda la cabaña para nosotras. Se nos hace raro ser las únicas dos personas en el edificio, pero las demás se han ido al comedor del edificio central. La señora Mack dijo que me traería un bocadillo si quería saltarme la cena y quedarme con Joya. Joya va a ir a un restaurante de verdad, con su madre. Van a comer juntas para celebrarlo (filetes, puré de patata y tarta), porque Joya no va a volver. Todas sus pertenencias están guardadas en dos bolsas, en la sala común de la cabaña.

Cuanto más esperamos, más amargada y más furiosa me siento. Es como si estuviera empapándome de algo horrible. Debería haberle dado un abrazo rápido, haberle dicho adiós y haberme ido a cenar.

Pero eso habría significado sentarme sola en el comedor. Durante las comidas, las chicas negras y los dos chicos blancos que hablan y visten como negros ocupan las mesas pegadas a las ventanas. Las chicas blancas, incluida Candace, ocupan las mesas de al lado de la puerta. Solo hay cuatro chicas hispanas. Se sientan solas en un extremo de la mesa más cercana a la cocina y hablan en español. Nosotras, las Niñas de mamá, ocupamos el otro extremo de su mesa. Formábamos desde hacía más de un año una minúscula nación propia, y de pronto he comprendido el problema de ser una Niña de mamá: va a venir una madre, pero no es la mía.



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